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Análisis

Sequía: desafíos hacia un futuro con menos agua

Sequía: desafíos hacia un futuro con menos agua

Sin duda este invierno de confinamiento nos permitió tomar más atención a los fenómenos naturales y notar que llovió considerablemente mucho más que los años anteriores. Sin embargo, aunque los números muestran un leve aumento en el promedio, el déficit de agua caída se mantiene. Expertos de la Universidad de Chile analizan las causas de la sequía, sus consecuencias y los desafíos que conlleva.

Se ha denominado megasequía al fenómeno que afecta principalmente a la Zona Central de nuestro país, por su amplitud geográfica, abarcando desde la Región de Coquimbo hasta la Región de Los Ríos; por su permanencia en el tiempo, contando desde el año 2010 aproximadamente; y por su intensidad en el déficit de precipitaciones con un promedio entre el 20 al 40% de agua caída anual, respecto del registro histórico.

Los factores que explicarían esta disminución en las precipitaciones tienen que ver con condiciones climáticas globales atmosféricas y oceánicas. El cambio climático debido al aumento de las emisiones de gases de efectos invernaderos, que ha generado un aumento en las temperaturas del planeta, y la prevalencia de condiciones de circulación atmosérfica y oceánicas que hace que las altas presiones del Océano Pacífico impidan que los sistemas frontales avancen hacia el continente y no alcancen a llegar a la Zona Central de Chile.

“Tantos años teniendo menos precipitaciones o bajo lo normal nos hace estar en una situación más crítica en este año 2020. En el año 2019 estuvimos muy mal, con déficit de 70 – 80% de precipitaciones respecto de lo normal en Chile Central. Este año podíamos decir que estamos en condición de vulnerabilidad si es que las precipitaciones no aumentaban. A la fecha estamos igual con un déficit de 30% en Chile Central, sin embargo, lo percibimos como menos dramático que el año pasado porque efectivamente el año pasado fue mucho más intensa la sequía”, explicó el profesor Rodrigo Fuster, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas (FCA).

De acuerdo con el Informe Hidrometeorológico de la Dirección General de Agua (DGA) del Ministerio de Obras Públicas, a la fecha se ha disminuido considerablemente el déficit de precipitaciones de nuestro país respecto del 2019, aunque los números continúan siendo negativos y se mantiene la falta de agua muy por debajo del promedio histórico.

Copiapó, en la Región de Atacama, por ejemplo, mantiene el 100% de déficit. Vicuña, en la precordillera de la Región de Coquimbo, pasó de un 98% de déficit a tener un 59% este año gracias a las precipitaciones. Santiago también mejoró sus cifras, si el año pasado registró un porcentaje negativo de 77%, a la fecha disminuyó en 25 puntos ese récord. El sector del Lago Peñuelas también salió favorecido con el aumento de agua caída este 2020, bajando su déficit del 77% a un 58%.

Hacia el sur la brecha disminuye, pero se mantiene también el déficit. Chillán, en la Región de Ñuble, el año pasado registró un déficit del 34% y este año, de un 26%. Temuco pasó de un 36%, de menor cantidad de agua respecto al promedio histórico, a un 30%.

Resulta preocupante el tema del manejo de los recursos hídricos, y el destino del agua de las reservas naturales y embalses, en un país como Chile, donde la industria agropecuaria depende tanto del preciado elemento, así como la minería o la hidroelectricidad, el mismo abastecimiento para el ser humano, para la alimentación de los animales y la conservación de los ecosistemas.

“Las precipitaciones de cada año, y especialmente las lluvias del período de invierno son fundamentales para la generación de escorrentía, caudal o agua superficial que escurre en los ríos y esteros, de cuencas pluviales y pluvio-nivales. Dichas precipitaciones también permiten la acumulación de nieve en las zonas altas de las cuencas y en los glaciares, que son reservas de aguas para los meses de primavera-verano, en que se generan caudales de deshielo. Gran parte de las ciudades chilenas y de la agricultura de la Zona Central dependen de estos escurrimientos de deshielo”, señaló la profesora Pilar Barría, académica de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza (CFCN), destacando que las aguas lluvia también son la fuente de recarga de acuíferos, que corresponden a las aguas subterráneas, un recurso de almacenamiento que está cada vez más demandado para las actividades productivas del país. 

El agua es vida

De acuerdo con el profesor Fuster, dependemos de las precipitaciones para las distintas necesidades. Las fuentes de agua natural provienen de las precipitaciones, la existencia de agua en los ríos depende de la caída de precipitación y su acumulación en forma de nieve y hielo en la cordillera para poder mantenerse en el tiempo.

“Probablemente hay países que están adaptados a condiciones de menor disponibilidad de agua natural que nosotros, como también habrá otros que están adaptados a condiciones de mayores precipitaciones que las nuestras, y evidentemente a lo largo de Chile también nuestra dependencia es variable dependiendo de dónde estemos porque tenemos distintas condiciones climáticas base naturales. Pero en general toda actividad ya sea de vida como de producción, como de sostenimiento de ecosistemas dependen de las precipitaciones”, aclaró el académico.

La profesora Carolina Valenzuela, académica de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias (Favet) refuerza esta idea, los animales dependen del consumo de agua para su sobrevivencia y, a su vez, para la producción de sus productos derivados, como carne, huevos, leche y otros.

“Se ha observado que la disminución de las precipitaciones afecta directamente a las fuentes de agua de animales a pastoreo principalmente como los bovinos y rumiantes menores, ya que sus fuentes de aguas, como aguadas, ríos, aguas subterráneas u otras no están disponibles o se ven muy reducidas. Si un animal no consume agua su productividad se verá disminuida, afectándose el consumo de alimento, peso vivo, eficiencia productiva y ganancia de peso”, argumentó la profesora Valenzuela, destacando que la falta de agua en los animales puede generar estrés y que un animal de alto peso corporal puede consumir hasta unos 80 litros de agua al día cuando hay temperaturas cálidas.

De acuerdo con la profesora Valenzuela, se estima que alrededor de 10 mil animales han muerto entre las Regiones de Coquimbo y el Maule. La Región de Valparaíso sería la más afectada, donde se ha perdido un 30% de ganado vacuno y 70% de cabras y ovejas, según cifras del Ministerio de Agricultura.

Respecto a la agricultura, la producción de alimentos y la sequía, el profesor Fuster sostuvo que “se mantiene a costa de sobreexplotar las fuentes de agua; empezamos a experimentar de manera más severa agotamientos de acuíferos en parte importante del país, porque la actividad agrícola es la principal demandante de agua y frente a estos fenómenos de sequía, quienes tienen la posibilidad, implementan sistemas de extracción de agua subterránea para poder sostener su actividad agrícola, sobre todo con la fruticultura. Entonces la agricultura se ve afectada, pero yo diría que a pesar de lo crítico que fue el año 2019 por ejemplo, no tuvimos problemas de desabastecimiento. No llegamos a una situación crítica en eso, hubo algunas alzas de precio por supuesto, pero no podría decir que no tuvimos la capacidad de producir alimentos como en términos globales a nivel país, pero claramente en algunas zonas sí”.

Desafíos país y del mundo entero

Conociendo las necesidades actuales del preciado recurso y sacando cuentas alegres del aumento de las precipitaciones durante este año, ¿podemos dejar de hablar de mega sequía?. La profesora Barría es muy clara al respecto señalando que “se requiere más de un año normal de precipitaciones para poder salir de la megasequía. Sin embargo, la sequía extrema, que alcanzó su peor año en el 2019, se revirtió este año”. 

“No nos podemos olvidar de las tendencias de cambio climático, las que proyectan disminuciones sostenidas de las precipitaciones”, advirtió la académica de CFCN.

Pese a la tendencia, este año 2020, que ha sido particularmente diferente a nivel mundial debido a la pandemia de COVID-19, mejoró las desafiantes cifras y pese a las restrictivas medidas sanitarias que afectaron los canales de comercialización establecidos, la industria ha podido reportar cierto crecimiento.

“Las mayores precipitaciones registradas durante el año 2020, inciden en una mayor disponibilidad de agua para las fuentes de agua para los animales, pero también cambian la curva de crecimiento de la pradera sobre todo para los animales de la zona central de Chile. Los cuales podrán tener una mayor disposición de alimento y agua. Se reportó que para el primer semestre del 2020, las lluvias y mayor demanda de hogares impulsan producción de leche en un 4,6%. Para el caso de la producción de carne de pollo se registró un crecimiento de 5,7% en 2020”, detalló la profesora Valenzuela.

La agroindustria, por su parte, ha ido explorando con prácticas sustentables que permitan el desarrollo de cultivos en sintonía con el cuidado del medio ambiente y la optimización de los recursos naturales disponibles. Evaluando por ejemplo nuevos productos alimentarios más resistentes al estrés hídrico, como el Amaranto; o acortando los circuitos de comercialización para promover el desarrollo de la Agricultura Familiar Campesina que produce a menor escala, pero con mejor calidad para constituirse como una fuente de alimentos para una dieta saludable. 

Dentro de las estrategias, el profesor Fuster destaca que se debe “mejorar las capacidades de retención, de almacenamiento de agua y en ello aprovechar mejor las aguas de invierno. Tener pequeños tranques de acumulación han sido alternativas, pero también el ir adaptando los cultivos a menor disponibilidad de agua y mayor temperatura. Hay un desplazamiento del agricultor hacia el sur por así decirlo de manera general y lo otro también es cambiar de cultivo a cultivos que son menores demandantes de agua, es decir que tienen una menor huella hídrica y con ello enfrentar de mejor manera estos tiempos de sequía”.

Sobre cuáles son los desafíos como país, la profesora Barría hace hincapié en la orientación para disminuir los consumos y hacer un uso sostenible de los recursos, considerando las necesidades de los ecosistemas. “Se requiere mejorar los sistemas de eficiencia de riego y aumentar los monitoreos de las cuencas para mejorar la cuantificación de los balances hídricos. Mejorar los sistemas de información, disminuir brechas de información y mejorar la gestión de los recursos hídricos. Reconocer la naturaleza dinámica de la hidrología, que actualmente no es reconocida en el otorgamiento de derechos de aguas, y flexibilizar la legislación y normativa asociada al agua”.

Los riesgos de la desertificación y la sequía se mantendrán en el tiempo, el uso del suelo para fines agrícolas también desgastará las tierras por el aumento del consumo. Sin embargo, con prácticas sostenibles y de conservación del medio ambiente es posible desacelerar este avance y evitar así una reducción en la producción de alimentos tanto para los humanos como para los animales.

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