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Patrimonio Cultural

Rescate de tradiciones ancestrales producto de la paja del trigo

Rescate de tradiciones ancestrales producto de la paja del trigo

Con su población mayoritariamente rural, el Valle del Itata en la Región de Ñuble se convirtió en cuna de la artesanía hecha a mano con tejidos de paja de trigo que da vida a las chupallas de huaso, sombrereras, bolsos y otros objetos representativos de la cultura chilena.

La profesora Paola Silva, académica del Departamento de Producción Agrícola de nuestra Facultad, ha liderado importantes proyectos para rescatar el valor patrimonial de tradiciones ancestrales en el trabajo de la artesanía con la paja de trigo, como pieza fundamental de la identidad cultural de las comunas rurales de Ninhue, Trehuaco, Quirihue, Portezuelos y San Nicolás.

La clásica chupalla de huaso es el típico producto artesanal hecho con esta tradición ancestral de tejer la paja del trigo, cuya larga trenza es conocida en la zona como “cuelcha”, en un largo proceso que comienza con la siembra de la semilla en las lomas del valle. Miles de familias de estas comunas han traspasado sus conocimientos de generación en generación para elaborar estos productos agroartesanales que representan no solo la identidad cultural de la zona, sino que la de todo un país.

“Esta artesanía es hecha con variedades locales de trigo específicas para este fin, tienen cañas más largas, flexibles y resistentes que las cañas de las variedades modernas de trigo. Estas variedades son sembradas en el secano interior de la Cordillera de la Costa, donde los suelos están muy erosionados, tienen poca capacidad de almacenamiento de agua y baja fertilidad, entonces los cultivos tienen un limitado crecimiento, por lo que las cañas de estos trigos son más delgadas, justamente lo que necesitan los artesanos para confeccionar sus tejidos”, señaló la profesora Silva.

Los agricultores conocen bien los diferentes tipos de trigo; el “Colorado” sería el más adecuado para fabricar estas artesanías. Los hombres cosechan el trigo a mano y lo atan con las mismas cañas. Luego las mujeres, llamadas colchanderas, separan la paja de las semillas y las dejan al sol; cuando están secas, se machacan con cuidado para terminar de limpiarlas, las ordenan en atados por grosor y trabajan con ellas diferentes tipos de tejidos.

El cambio climático se convierte en una amenaza para la producción de la artesanía en paja de trigo. La mega sequía a la que nos enfrentamos a nivel mundial, hace que en la Zona Central tengamos menos episodios de lluvia, pero a la vez más intensos.

“Se genera paja delgada igual, pero más corta y ellos necesitan que sea delgada, pero larga, para poder avanzar con el tejido de las pajas”, explicó la profesora Silva.

Un trabajo muy valioso que se ve enfrentado también a otras dificultades. La población de esta zona está envejeciendo y las nuevas generaciones no se ven muy interesadas en seguir con esta tradición.

“Cuando ven que el oficio es valorado se entusiasman y en eso tenemos que apoyarlos, para que no se pierda el oficio de las colchanderas ni el de los chupalleros. En este sentido, la Denominación de Origen de las Chupallas de Ninhue, lograda con uno de nuestros proyectos en el año 2018, visibilizó a estas comunidades y a su oficio, llenando de orgullo a sus hijos”, afirmó la académica, que lleva más de 20 años trabajando con este secano de la Cordillera de la Costa en el Laboratorio de Relación Suelo-Agua-Planta de nuestra Facultad.

Estos productos artesanales son muy bien valorados en el ámbito del turismo, pero se debe apoyar a las comunidades en la producción de materia primera, en la diversificación de sus productos y en la organización de los artesanos, tanto para mejorar la comercialización de sus productos, como para traspasar su conocimiento a nuevas generaciones, haciendo de este un negocio sostenible en el tiempo que provoque un desarrollo del territorio a partir de los saberes de su gente.

 “La mayoría del trabajo rural se hace de manera informal. Y si queríamos extender este negocio al mercado turístico había que hacerlo formal. Así logramos agruparlos en una cooperativa que ya lleva tres años de funcionamiento, convirtiéndose en un referente para el Valle del Itata que fue declarado zona turística en noviembre de 2017”, destacó la profesora Silva.

Nuestro país necesita dar a conocer y darle valor a este trabajo que nace del trigo, un producto agrícola que ha sido protagonista de nuestra historia por siglos y que da origen a esta artesanía tan valiosa para nuestro patrimonio cultural.

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