Universidad de Chile
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Columna de opinión:

Alimentación y COVID-19: lecciones pasadas y retos presentes y futuros

"Acceder a una alimentación nutritiva, saludable y sostenible es fundamental para ayudarnos a enfrentar esta pandemia", señalan las académicas Sofía Boza, de nuestra Facultad, y Rebecca Kanter, de la Facultad de Medicina, quienes describen el escenario crítico en términos de crisis social y sequía, así como medidas para enfrentarlo.

Publicado el viernes 20 de marzo de 2020

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En Chile, el COVID-19 se superpone al convulso escenario tras el estallido social, lo cual a su vez es simultáneo a una de las mayores sequías de las que se tenga registro en el país. En ello, desde el pasado octubre, los chilenos han lidiado con retos relativos a cómo “moverse” en sus sistemas alimentarios locales, enfrentando interrupciones en el transporte público o supermercados inutilizados. Hay lecciones muy relevantes que podemos sacar de esa experiencia, pero también nuevos retos que se plantean y deben ser atendidos con urgencia. 

Chile, que se presenta como “Potencia Alimentaria” y que es en efecto el principal exportador del hemisferio sur en frutas y salmón, abastece su demanda interna de productos frescos principalmente a través de la pequeña agricultura. Incluso antes del 18 de octubre y del COVID-19, esa agricultura ya era muy vulnerable, dadas las limitaciones en términos de acceso a tecnologías y mercados; así como a una edad promedio de 55 años, sin en muchos casos generación de recambio. Por otro lado, los consumidores chilenos han mostrado cada vez mayor preferencia por comprar en los supermercados frente a las ferias libres. En los supermercados, los alimentos ultra procesados se venden a precios relativamente asequibles y, en contraste, los productos frescos son más caros que en los canales tradicionales.

Durante la crisis social, sin embargo, dado el limitado acceso a los supermercados muchos chilenos se vieron impelidos a comprar sus alimentos en mayor medida en las ferias libres y en almacenes de barrio. Sin embargo, ¿qué sucederá ahora si las ferias libres no pueden funcionar dado el riesgo de contagio del COVID-19? ¿Cómo afrontarán los agricultores un escenario donde gran parte de ellos forman parte de la población de mayor riesgo? ¿Qué pasará en las comunas más vulnerables donde los supermercados no han vuelto a estar operativos tras la crisis social? 

Adicionalmente, la situación actual puede tener importantes efectos por el lado de la demanda de alimentos. Como es bien sabido, Chile ya es un país con una muy alta prevalencia de sobrepeso y obesidad, especialmente en los grupos de población más vulnerables. El estrés emocional puede llevar a empeorar los hábitos, haciendo frente al mismo, por ejemplo, consumiendo alimentos ultra procesados entre comidas. En contraste, el mayor tiempo disponible en el hogar, facilita el regreso a la cocina y en consecuencia a las preparaciones más caseras y en familia. 

Construir resiliencia humana es clave para mitigar el estrés emocional y a nivel sistémico preparar para esta y otras situaciones extremas. En ello, la crisis social reciente ofreció lecciones que justifican la necesidad de trabajar seriamente en fortalecer los sistemas alimentarios locales. Primero, ya pudimos comprobar que una crisis repentina afecta de manera abrupta el acceso a alimentos. Segundo, todos los actores en el sistema alimentario necesitan estar dispuestos a adaptarse de la manera menos perjudicial posible. Por tanto, existe una enorme necesidad de fortalecer los sistemas alimentarios para poder afrontar momentos de crisis.

En Chile, tras el estallido social, la emergencia de los Cabildos supuso un espacio de discusión y proposición donde la sociedad civil tomó el protagonismo. En ellos, uno de los muchos temas que se trató fue un acceso más justo a la alimentación, así como una producción con menor impacto en el medioambiente. En el escenario actual podríamos, utilizando las tecnologías de comunicación remota, rescatar los Cabildos como un entorno donde se propongan y articulen iniciativas que faciliten la acción conjunta para asegurar el acceso adecuado a la alimentación. 

Así mismo, es crítico que podamos inspirarnos en las iniciativas que se han llevado a cabo en otras latitudes donde el COVID-19 comenzó a expandirse antes, como el reparto a domicilio, especialmente en el caso de la población de riesgo; la reserva de horarios especiales para compras en supermercados de adultos mayores; o la preparación de menús para llevar en colegios. Más allá de la imprescindible conciencia individual de no acaparar, en Chile es necesario que los supermercados entiendan el rol social que ahora están llamados a cumplir. Por otro lado, desde los organismos competentes en la materia, se deben dar alternativas a los pequeños agricultores para que puedan, sin exponerse, hacer llegar los productos de la actual cosecha a los consumidores. Acceder a una alimentación nutritiva, saludable y sostenible es fundamental para ayudarnos a enfrentar esta pandemia.

Por tanto, al igual que sucedió en octubre –o incluso en mayor medida dada su globalidad– el COVID-19 supone una oportunidad crítica para repensar nuestro sistema alimentario. Conjuntamente, debemos buscar alternativas no sólo para enfrentar el actual escenario excepcional que supone el estado de emergencia, sino las consecuencias a futuro que éste tendrá en el acceso a alimentos de millones de hogares que en Chile pueden caer en alta vulnerabilidad –e incluso en la pobreza– por el fuerte golpe a una economía que ya estaba debilitada. Chile es además un país donde las catástrofes naturales están muy presentes, por lo que la construcción de resiliencia ante las crisis en algo tan esencial como la alimentación es clave.

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Sofía Boza, académica de la Facultad de Ciencias Agronómicas e Instituto de Estudios Internacionales y Rebecca Kanter, académica de la Facultad de Medicina.

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